domingo, 9 de junio de 2013

Manual de instrucciones para romper una relación y quedar más o menos bien.


El típico “no es por ti, es por mí”  que siempre hemos escuchado, realmente no tiene una aplicación sincera en la vida real. Cuando se trata de dejar a alguien por e-mail, sms, whatsapp o un privado de Facebook, los hombres tienen la posibilidad (digo los hombres porque las mujeres solemos ser más valientes e intentamos como mínimo que se nos oiga y se nos vea en esos momentos) de explayarse muchísimo e intentar no quedar como unos cretinos egoístas.

La técnica del dejar por e-mail ya se daba en el siglo XIX por otro medio: la carta. En Madame Bovary, Rodolphe nos muestra cómo hacerlo de una forma bastante pedagógica.
Vamos a ponernos un poco en antecedentes antes de empezar a analizar el fragmento en cuestión (ATENCIÓN: posible spoiler): Rodolphe quería tirarse a Emma y dejarla después, estando ésta casada. Una vez que la ha seducido y han estado cuatro años manteniendo un romance que la pobre mujer creía sincero, ella le pide que se escapen juntos, abandonar a su marido para estar con él. Obviamente, este señor, que además es bastante putero, retrasa todo lo que puede ese día y al final hace lo que todo hombre en su situación habría hecho: escribir una carta llena de mentiras. 

Y aquí viene el cómo hacerlo. Hombres, leed esto atentamente. Quizás os pueda servir de ayuda en un futuro:


 ¡Bueno   se dijo , empecemos!
Escribió:
«¡Ánimo, Emma!, ¡ánimo! Yo no quiero causar la desgracia de su existencia...»
«Después de todo, es cierto, pensó Rodolfo; actúo por su bien; soy honrado.»
Lo primero de todo, es creérselo uno mismo. Convencerte de que eres una gran persona y que lo que estás haciendo es lo mejor. Hecho esto, se puede continuar sin mayores problemas. 

«¿Ha sopesado detenidamente su determinación? ¿Sabe el abismo al que la arrastraba, ángel mío? No, ¿verdad? Iba confiada y loca, creyendo en la felicidad, en el porvenir... ¡ah!, ¡qué desgraciados somos!, ¡qué insensatos!»
Muy bien, primero la llama "confiada" y "loca" para después utilizar el plural a la hora de hablar del sufrimiento. Es una buena forma de echarle la culpa a ella. Él simplemente está siendo el maduro y el sensato de la relación. Faltaría más.

Rodolfo se paró aquí buscando una buena disculpa.
«¿Si le dijera que toda mi fortuna está perdida?... ¡Ah!, no, y además, esto no impediría nada. Esto serviría para volver a empezar. ¡Es que se puede hacer entrar en razón a tales mujeres!»
Reflexionó, luego añadió:
«No la olvidaré, puede estar segura, y siempre le profesaré un profundo afecto; pero un día, tarde o temprano, este ardor, tal es el destino de las cosas humanas, habría disminuido, sin duda. Nos habríamos hastiado, y quién sabe incluso si yo no hubiera tenido el tremendo dolor de asistir a sus remordimientos y de participar yo mismo en ellos, pues habría sido el responsable. Sólo pensar en sus sufrimientos me tortura. ¡Emma! ¡Olvídeme! ¿Por qué tuve que conocerla? ¿Es culpa mía? ¡Oh, Dios mío!, ¡no, no, no culpe de ello más que a la fatalidad!»
«He aquí una palabra que siempre hace efecto  se dijo.»
Un genio este Rodolphe: recurriendo a grandes clásicos. Tengo algún e-mail y mensaje de tuenti (como corroboración de la vitalidad de este tipo de misivas) que dan fe del uso de tooodo este entramado de alabanzas y del victimismo posterior. Hombre, que la estás dejando, que había comprado la pobrecilla baúles y abrigos y cosas para poder escaparse contigo (lo que luego va a arrojarla a su destino trágico). Si encima le dices que te torturan sus sufrimientos... Pero eso sí, este hombre se luce por completo y culpa de todo a la fatalidad. Perfecto. Él mismo lo dice.

«¡Ah!, si hubiera sido una de esas mujeres de corazón frívolo como tantas se ven, yo habría podido, por egoísmo, intentar una experiencia entonces sin peligro para usted. Pero esta exaltación deliciosa, que es a la vez su encanto y su tormento, le ha impedido comprender, adorable mujer, la falsedad de nuestra posición futura. Yo tampoco había reflexionado al principio, y descansaba a la sombra de esa felicidad ideal, como a la del manzanillo, sin prever las consecuencias.»
Va quizá a sospechar se dijo que es mi avaricia lo que me hace renunciar... ¡Ah!, ¡no importa!, ¡lo siento, hay que terminar!:
«El mundo es cruel, Emma. Donde quiera que estuviésemos nos habría perseguido. Tendría que soportar las preguntas indiscretas, la calumnia, el desdén, el ultraje tal vez. ¡Usted ultrajada!, ¡oh!... ¡Y yo que la quería sentar en un trono!, ¡yo que llevo su imagen como un talismán! Porque yo me castigo con el destierro por todo el mal que le he hecho. Me marcho. ¿Adónde? No lo sé, ¡estoy loco! ¡Adiós! ¡Sea siempre buena! Guarde el recuerdo del desgraciado que la ha perdido. Enseñe mi nombre a su hija para que lo invoque en sus oraciones.»
Esto es dramatismo y lo demás son tonterías. Ahora la cosa viene con muchas más abreviaturas y siempre de tú.  Ya que os ponéis, unas cuantas florituras no vienen mal, que por lo menos os cueste un poquito de trabajo, por favor.

El pábilo de las dos velas temblaba. Rodolfo se levantó para ir a cerrar la ventana, y cuando volvió a sentarse:
 Me parece que está todo. ¡Ah! Añadiré, para que no venga a reanimarme: «Estaré lejos cuando lea estas tristes líneas; pues he querido escaparme lo más pronto posible a fin de evitar la tentación de volver a verla. ¡No es debilidad! Volveré, y puede que más adelante hablemos juntos muy fríamente de nuestros antiguos amores. ¡Adiós!»
Quedamos como amigos, ¿vale?

Y había un último adiós, separado en dos palabras: «¡A Dios!», lo cual juzgaba de muy buen gusto.
 ¿Cómo voy a firmar, ahora?  se dijo . ¿Su siempre fiel? ¿Su amigo? Sí, eso es: «Su amigo.»
Lo dicho.

Rodolfo releyó la carta. La encontró bien. «¡Pobrecilla chica!  pensó enternecido . Va a creerse más insensible que una roca; habrían hecho falta aquí unas lágrimas; pero no puedo llorar; no es mía la culpa.» Y echando agua en un vaso, Rodolfo mojó en ella su dedo y dejó caer desde arriba una gruesa gota, que hizo una mancha pálida sobre la tinta; después, tratando de cerrar la carta, encontró el sello Amor nel cor.

 Esto no pega en este momento... ¡Bah!, ¡no importa!
Después de lo cual, fumó tres pipas y fue a acostarse.

 Ole, ole y ole. Yo también tengo una carta con unas lágrimas, aunque el contenido no era el mismo. Quiero pensar que no las puso ahí a propósito; por lo menos tengo la certeza de que quien la escribió no había abierto este libro, así que la inspiración no pudo venirle de aquí. 

En fin chicos, ya sabéis: si os veis en alguna situación parecida simplemente leed el capítulo XIII de la segunda parte de Madame Bovary.* Ahí tenéis estas valiosísimas aclaraciones. 

El único problema, es que la destinataria haya leído también este libro, en cuyo caso... preparaos. 


*Aunque sinceramente, ya que os ponéis, mejor leedlo entero. 

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