jueves, 16 de enero de 2014

5

En cinco días tu vida da un vuelco sin precedentes. Conoces gente que ya conocías, pero a fondo. Hasta la garganta, me refiero. Hasta los gemidos y las noches desveladas. Hasta el amanecer y el olor de las bragas. Lejos de la civiliación. Lejos de la racionalidad. Y esos cinco jodidos días son suficientes para olvidar cinco años sin gargantas, gemidos, olores ni bragas. Cinco días sobran para involucionar. Para volverte idiota o demasiado listo. Son cosas que ocurren. Cinco.


domingo, 8 de diciembre de 2013

Cuenta la leyenda que hace mucho mucho tiempo, en un país muy cercano, la gente hablaba conociendo el significado de las palabras que decía. Qué cosas. 
Hay formas de utilizar el lenguaje que chirrían. Que por muy abiertos que estemos al cambio y a que la lengua la conformen los hablantes según el uso que de ella se hace, molestan, duelen, te dan un bofetón si las oyes y te sangran los ojos si las ves escritas. Ya no sólo es el leísmo y el laísmo (caso perdido de antemano), ni el cortarrollos filológico por excelencia "*ponte encima mío"; o incluso esos bonitos "Finalmente,*decir que..." que tanto abundan.  No, no. Yo hoy vengo aquí a quejarme de otras aberraciones. De otras dos aberraciones, en concreto.


Llega un momento en la vida en el que tienes que ponerte a enviar solicitudes para todo: para entrar en un máster, para conseguir un trabajo, para que te descambien ese aparato diabólico que está en garantía todavía... Ese tipo de situaciones tan agradables. Pues bien, mi momento mágico llegó el año pasado durante la estancia en la Ciudad Posnuclear (un saludo desde aquí sus gentes y su Glühwein), cuando un muchacho me dijo lo siguiente: 

- Pero... ¿has aplicado ya para el máster? Tú aplica para todos los que puedas, por si no te cogen en alguno... 
Me quedé perpleja, boquiabierta, ojiplática. No supe reaccionar. Pensé que uno de los dos no sabía hablar, y yo tenía en mi casa un papel grandote firmado por el Rey en el que ponía (y pone) mi nombre y luego "licenciada en Filología Hispánica". Después de la conmoción inicial, caí: estaba haciendo un calco semántico de to apply. A lo loco. Fiesta y algarabía. 
 
Que quede claro que a mí me parece muy bien que se cojan palabras del inglés y del swahili si hace falta. Yo qué sé, si no tenemos en español la palabra Schadenfreude yo la empezaría a utilizar. Porque es útil, que uno se alegra de las desgracias ajenas y es complicado decirlo en español: si otro idioma ya tiene cómo hacerlo y les sale bien, pues nos lo quedamos, que no pasa nada. Lo que no mola nada de nada, res de res, nothing of nothing, es que cojamos una palabra del inglés que se parece formalmente a una del español que significa algo totalmente distinto (un falso amigo de toda la vida del señor) y como idiotas le apliquemos (mira, aquí sí) el significado del inglés que NO ES NUESTRA LENGUA MATERNA, JOER. Si tenemos "solicitar", digámoslo bien. No es lo mismo que nos liemos y digamos "actually" cuando queremos decir "actualmente"  que hacerlo justo al contrario, como si nosotros fuéramos yanquis. Hombreyá

El otro error del que vengo aquí a rajar, me ha estado martirizando dos horas los lunes, miércoles y jueves durante dos semanas. Y es que las instrucciones para el trabajo de una asignatura del máster eran claras y precisas desde la primera de ellas: 

Elegir un tópico para el trabajo de investigación relacionado con la materia de la que impartiréis clase.
Empecé a pensar en tópicos que tuvieran que ver con la Lengua y la Literatura y oye, que no me quedaba claro lo que tenía que hacer.  Temiéndome lo peor, fui al DRAE a ver qué acepción de tópico había pasado yo por alto. Aquí lo que me encontré:

tópico, ca.
(Del gr. τοπικός).d
1. adj. Perteneciente o relativo a determinado lugar.
2. adj. Perteneciente o relativo a la expresión trivial o muy empleada.
3. adj. Med. Dicho de un medicamento o de su modo de aplicación: De uso externo y local. U. t. c. s. m.
4. m. Ret. Expresión vulgar o trivial.
5. m. Ret. Lugar común que la retórica antigua convirtió en fórmulas o clichés fijos y admitidos en esquemas formales o conceptuales de que se sirvieron los escritores con frecuencia. U. m. en pl.

 La profesora seguía diciendo "tópico", "tópico", "tópico"... pero en un descuido, no se equivocó de palabra y utilizó la correcta "tema". MILAGRO. Ya sabía lo que tenía que elegir. Pero, EH, que has utilizado el inglés topic. Maaaal. Muy maaaaal. Influenciada por los movimientos de Internet, se me ocurrió pensar en decirle algo como "cada vez que dices tópico en lugar de tema muere un gatito". Fue una mala idea porque, aunque como es obvio no se lo llegué a decir, por mi mente estuvieron muriendo decenas de gatos durante días. Han sido dos semanas muy duras.

D.E.P.












domingo, 24 de noviembre de 2013

Disculpa, es domingo.

No entiendo cómo no puedo encontrar un chico de peli y manta para los domingos. Total, yo no pido tanto. Sólo alguien bueno, pero con un punto de rebeldía. Alguien en quien confiar y que confíe en mí, aunque sepa que no estaré ahí para siempre. Un chico amable, con sentido del humor, que me haga reír todos los días. Que me discuta mis opiniones pero con el que estar de acuerdo en lo básico. Que sea muy trabajador y tenga miles de aficiones, pero con tiempo para mí. Cariñoso pero sin empalagar. Inteligente pero que no me haga sentir estúpida. Que le encante viajar, me pueda contar sus historias y que aún tenga muchos sitios a los que ir conmigo. Que escuche música rara y me la descubra, pero que se sepa todas las de Love of Lesbian y Vetusta Morla para cantar en el coche. Que diga "Bach es Dios" de motu proprio. Que siempre esté dispuesto a ir al cine. Que adore los animales y a los niños. Que odie a Coelho, pero que le encante pasar una tarde leyendo y me preste sus libros favoritos. Que toque el cello, o en su defecto la guitarra. Y sobre todo, que sea capaz de hacerme ver que esta lista es una tontería.

Con lo fácil que lo pongo...

miércoles, 13 de noviembre de 2013

En términos que pueda entender.



He llegado a una conclusión mientras estaba en la ducha, esa especie de lugar sagrado en el que se puede  discernir sobre asuntos variopintos sin proponérselo una. Es como si todos los pensamientos se activaran en el momento en que el agua cae sobre tu cabeza, una varita mágica o toque de gracia. Hoy estaba pensando sobre la música que últimamente escucho, y me he dado cuenta de que tiene algo que ver con mi vida actual, aquí, en esa Granada que tanto temía y que no es ni la sombra de lo que era ni de lo que yo pensaba que iba a ser, para bien o para mal.

La música, digo. Y los hombres, qué raro, yo hablando de esto. 

Los ligues son música electrónica comercial. Son un  Wake me up o  un Midnight city, al principio atrapan, te hacen sentir bien, te suben la moral. Descarga de adrenalina. Pero poco después ves con demasiada claridad su estructura y empiezan a resultarte aburridos y monótonos, sabes exactamente cómo funciona todo y que sólo hay una interpretación posible. Para qué más. 

Las relaciones más o menos duraderas son otro estilo musical. Más rock, más indie, más alternativas. Son más interesantes porque, aunque la estructura pueda ser también básica, no siempre lo es y se llegan a convertir en grandes aliadas. Un maldita dulzura, turning saints into the sea, de lo que quiero huir seguirá dentro de mí, I'll gamble away my fright. No sé. Hay algo más allá. 

Pero al final, como te gustan tanto, como las escuchas con tantas ganas, acaban pasando a un segundo plano. O un buen día dejan de significar lo mismo para ti. Y luego, cuando llevas mucho sin escucharlas te queda simplemente ese recuerdo de "cuánto me gustaba", pero no vuelve a ser ya nunca lo mismo. Se pierde la interpretación y se pierde la magia.

Siempre quedará encontrar la adecuada. El segundo de Rachmaninov o este inquietante estudio que nunca podrá cansarme. Si alguna vez llega una persona equivalente a algo así, todo lo anterior será simple música de ascensor. 

miércoles, 23 de octubre de 2013

Luego no recuerdo dónde he puesto las llaves

15 de junio de 2004; 31 de julio de 2004; 11 de diciembre de 2004; 2 de abril de 2005; 13 de julio de 2008; 13 de marzo de 2009; 21 de marzo de 2009; 5 de septiembre de 2009; 10 de octubre de 2009; 24 de octubre de 2009; 14 de noviembre de 2009; 26 de enero de 2013; 8 de mayo de 2013; 20 de julio de 2013; 3 de agosto de 2013; 14 de agosto de 2013; 21 de septiembre de 2013; 10 de octubre de 2013.


Saber esto es un problema.



domingo, 20 de octubre de 2013

Domingos

Es una especie de sensación de culpabilidad. Culpabilidad al darte cuenta de que estás pensando en algo que la sociedad intenta imponernos a todas desde la primera película de Disney que vemos hasta que llegamos a Sexo en Nueva York; y da rabia cuando ves que tus principios de autosuficiencia un par de veces a la semana (o más) se rompen.

Nos instan a encontrar al amor de nuestra vida, como si eso existiera. O mejor dicho, como si eso tuviera que existir para todo el mundo. No. Tendría que ir por otros derroteros: no quieras depender nunca de nadie excepto de ti, disfruta cada momento, sal con tus amigos, habla con ellos, lee, ve al cine, (son)ríe a carcajadas, date un capricho, come chocolate, bebe sin moderación de vez en cuando, escucha música y cierra los ojos, aprende todo lo que puedas, diviértete, cuida a la gente que quieres. Y si llega alguien con quien quieras compartir todo eso y la cama, pues mejor, pero no imprescindible. Y si no quiere, él se lo pierde, sin dramatizar.

Pero aun sabiendo todo esto, llegan esos momentos a la semana en los que te apetece ver una película debajo de una manta abrazada. Confesar secretos inconfesables y crear secretos nuevos. O que te despierten por la mañana con un beso. Un domingo de resaca compartido. Incluso simplemente echas de menos escuchar una canción y poder pensar en alguien en concreto y que se te ponga cara de tonta.

Y llega la culpabilidad, por pecar de débiles arrastradas por el concepto de amor romántico cuando tienes muy claro que es una invención del mundo moderno occidental y que tú estás por encima de esa "necesidad" disparatada.

Con un café en la mano una mañana de domingo sentada en un sofá en pijama. Y una amiga con otro café sentada en otro sofá también en pijama. El mismo sentimiento de culpabilidad.

Compartida es menos culpa. Y la necesidad ya no es necesaria.


Y esos momentos, únicos.