viernes, 27 de septiembre de 2013

De nuevo.

ME GUSTA el té caliente en una taza decorada las tardes de lluvia, el olor al pasar por delante de una tintorería y un beso de buenas noches. Un haiku de Benedetti antes de dormir, un libro de Auster y un personaje femenino de Bolaño. La luna reflejada en el mar y empezar la cara de atrás de un folio escrito. Contar las gotas de lluvia en el cristal y ver caer la nieve envuelta en una manta. Su tacto por la noche entre las sábanas. Su voz cuando dice mi nombre y sus ojos cuando digo yo el suyo. Secarme el pelo mientras leo un libro y planchar y ordenar ropa bailando Mr. Brightside. Estudiar con Ludovico Einaudi y llorar con el segundo de Rachmaninoff. Abrir las ventanas por las mañanas y sacar la mano para predecir el tiempo y decidir qué ponerme. Beber cerveza en buena compañía y reír hasta que duele. Caminar por la calle temprano y conducir por la autovía cuando la Sierra está nevada. Dejar post-it por todas partes y pensar en la cara de la gente a la que se los he escrito. Empezar de nuevo.



NO ME GUSTA sentirme inútil, las bocas sin dientes, la gente que camina rápido y de pronto se para. Buscar piso, hacer maletas, montar en avión, llamar por teléfono para pedir cita y sacar dinero del cajero. Tener un examen un sábado por la mañana, la pedagogía antipedagógica y ver cómo nos hundimos. Oír llorar a una amiga y saber que alguien está pasándolo mal. El whisky y los anuncios antes de un vídeo en youtube. Que ya no esté y que no vaya a volver a estarlo nunca. La última clase de la carrera y La Familia Pascual Duarte. El telediario de la 1, los pelos en la ducha, la repetición incansable, no poder fumar. Tender la ropa y los falsos "te quiero". Los vestidos ajustados y los trajes de chaqueta. Que me digan que soy negativa. El olor de las acelgas al cocerse y comer un plato de alubias. El suelo que resbala y las colas del Mercadona. Empezar de nuevo.

domingo, 15 de septiembre de 2013

La versión 2.0. Preparativos

Cuatro años allí tan divinamente y una se va uno a la Ciudad Posnuclear y vuelve trastocada, y ya no quiere volver a la ciudad más bonita de España (que no lo digo yo, que me lo dijo un australiano). ¿Por qué?

Influyen muchas cosas que no viene al caso decir, pero ahora me tienen en vilo en especial dos:


  1. Que lo que voy a estudiar me parece un sacadineros y una pérdida de tiempo. 
  2. El estrés de la búsqueda de un sitio en el que habitar. 

Sí, odio buscar piso. Lo odio con todas mis fuerzas. En la lista de cosas que me revienta hacer, creo que es el námber guan. Luego ya viene hacer maletas, deshacer maletas, esperar en el aeropuerto y quitarme la arenita fina del Sardinero de partes del cuerpo cuya existencia me había pasado inadvertida. 

Y si ya odio buscar piso sin tener otra cosa mejor que hacer, me saca de mis casillas ponerme a ello cuando los puñeteros supuestos siguen centrando mi atención. Que esa es otra cosa que se ha trastocado este año: acostumbrada a estar sin estudiar nada de nada durante un año, a mí esto ahora me supera. 

Malamente veo la versión 2.0. de Graná. Mu malamente. 


jueves, 12 de septiembre de 2013

Música y sexo

En mi vida ha habido dos momentos hipercultos que pueden ser una mezcla de síndrome de Stendhal con calentón de toda la vida. Adelanto que ninguno de ellos llevó a absolutamente nada, con lo que se podría concluir de estas dos experiencias que, en mí, el arte no está hecho para ser mezclado con la carne.

Una de las historias sucedió con la lectura compartida de cierto libro que, la verdad sea dicha, trataba de manera bastante explícita lo que no se llegó a hacer. La otra, sin embargo, fue fruto de la perversión de mentes obsesionadas con la música. El chaval proponía este concierto de Tchaikovsky. Yo, mundana como soy, acabé convenciéndolo de que tenía más sentido "El tango de Roxanne".

Esta disparidad de gustos me llevó a pensar que, en realidad, la pregunta a la que intuitivamente habíamos respondido a la hora de elegir canción era distinta en un caso y en otro;  hay dos tipos de músicas para dos cosas diferentes: hacer el amor y  follar. Y es que no puede ser lo mismo. Empezando por la duración. 32 minutos frente a 7. Siguiendo por la diferencia evidente de lo instrumental frente a una canción que habla de una prostituta y de celos. El ritmo. La tensión. La propia armonía de las obras y la instrumentación. La exaltación de los sentimientos y la necesidad de satisfacción. La música tampoco podía ser la misma, claro está. Por eso partimos de preguntas distintas, quizás conscientemente.

Supongo que dependerá de la persona, pero yo me alegro de no haber usado todavía la música para la primera opción. Si cualquier detalle me lleva a recordar relaciones pasadas (en especial canciones y olores de hace sin problemas 9 años), usarla sería un suicido emocional.

Desde el momento "cuál es la mejor música para echar un polvo", he pensado muchas veces en la respuesta. Han sido varias las conclusiones. Hubo una época en la que casi cualquiera de Muse me habría valido. Otra en la que Rihanna, así, dándolo todo. "Muerte en Hawai" de Calle 13 para una mezcla entre sentimientos y lujuria. "Get Lucky" lo llenaría de buen rollo. Pondría "La danza de los caballeros" de Prokofiev para hacerlo muy épico y despechado. Y últimamente me inclino por "Follow" de Crystal Fighters, sí.

Una lista siempre en construcción.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Ideas que surgen leyendo a Bolaño

Cada lectura es diferente porque, además de la interpretación que a cada cual le pueda suscitar, está lo que uno saca, extrae, de lo que se adueña. Y que cree que nadie más ha pensado antes, aunque no sea así.

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(Hasta la  página 70)

Ojalá fuera un hombre. Sería el típico intelectual, o incluso pseudointelectual que enamoraría a una mujer perfecta que me pagaría con indiferencia. Sería como soy ahora, pero en lugar de parecer una idiota por escribir sobre amor, se me consideraría valiente por hablar de sentimientos.

Bebería whisky sin que me dieran ganas de vomitarlo y luego llamaría a un amigo. Podríamos hablar de la chica de la que ambos estamos enamorados y a la que nos follamos. Y seguiríamos siendo amigos. Ante todo la amistad y la nobleza de sentimientos. Siendo mujer, no. Y si lo hiciera, me tacharían de fría o de idiota.
A veces es mejor nacer hombre. O nacer Liz Norton.

Oscuro objeto de deseo en época de trabajos
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(Página 90)

Quizás no seamos tan diferentes:

«En la práctica, por el contrario, ninguno de los dos creía en la amistad ni en la fidelidad. Creían en la pasión, creían en un híbrido de felicidad social o pública -ambos votaban socialista, aunque de tanto en tanto se abstenían-, creían en la posibilidad de la autorrealización.»

Seguiremos leyendo.